Para empezar, me gustaría disculparme por el abandono que este blog lleva ya unos meses sufriendo, aunque no es nada comparado con la dejadez a la que he sometido a Las Forjas de Skilfngheim y de la que más me arrepiento. Pero a decir verdad éste ha sido un verano de locos. Más bien, está siendo un año de locos, de altibajos tan pronunciados que me impiden centrarme en cosas pequeñas, detalles, como son actualizar los blogs con contenidos interesantes y de utilidad, y no sólo poniendo excusas de por qué no estoy haciendo mi maldito trabajo.
Pero sí que lo estoy haciendo. Es ese tipo de trabajo apenas visible, el que no se nota porque nadie ve un avance o un cambio, pero es esa labor que permite que las cosas continúen como están, que en muchos casos, como es éste, es el trabajo más duro de todos porque absorbe completamente a la persona que lo realiza.
Aunque pequeños, no obstante, sí que ha habido algunos cambios. A nivel asociativo, muchos novatos llegados de actividades de exhibición y publicidad, renovaciones de personal a muerte (que me impiden a mí tomarme unas vacaciones), ampliación de inventario (adivinad quién está haciendo dicha ampliación)... A nivel federativo, asentando estructuras, normativas y atrayendo también muchas nuevas asociaciones que empiezan con garra. A nivel de equipo, renovaciones y estudios de estrategia para mejorar.
Y a nivel personal... Bueno, demasiadas cosas. Buenas y malas. Quizás más malas que buenas. Muchos nuevos encargos a contrarreloj, otros que se van atrasando alarmantemente, medio agosto para hacer 150 horas de trabajo a marchas forzadas, pérdidas de memoria debidas al estrés, otro tipo de pérdidas más sentimentales... Pero también conocer gente nueva que me ha enriquecido (aunque fuese a las malas), saberme rodeada de un equipo que me adora, y unos amigos que siempre intentan ayudarme en todo, aunque algunos se hayan rendido ya...
Que no os confunda mi actitud pesimista, no soy una persona que sólo ve un lado de la moneda, aprecio las cosas buenas que tengo en mi vida, pero la mala racha continúa, y pido comprensión al respecto. Esta semana me tomaré lo más parecido a unas vacaciones que he tenido en un año, la visita ya obligada a la Isla Esmeralda a trabajar. Sí, trabajar allí son unas vacaciones para mí. Una semana alejada de mis obligaciones habituales y mi rutina para sumergirme en una realidad paralela y fantástica, y estar con gente a la que sólo puedo ver una vez al año. Y sí, eso supone no celebrar mi cumpleaños, pero bueno, tampoco sé muy bien qué celebrar a estas alturas, así que celebraré un año más de paciencia infinita, aguante pétreo y fuerza descomunal, y agradecer a los que me han aguantado un año más, a mí y a mis incapacidades. Volveré, espero, más relajada y con mayor (o al menos algo de) motivación. Y sí, tendré la jineta y la daga a tiempo para la Feira Franca de Pontevedra.