El miércoles llegamos a Coruña muy nerviosos, los jefes tenían que atar todavía un par de cabos antes de ponernos manos a la obra. ¡Y qué obra! Para empezar, el espacio reservado para este año era mucho mayor que el del año pasado, esperábamos una afluencia algo mayor de gente, aunque ni de lejos la que acabamos teniendo. El jueves llegamos al recinto a las 8:30, pero no nos fuimos de allí hasta casi las 00:00. Y eso no fue nada comparado con el resto de días.
El viernes comenzamos calentando, algo suave aunque ya se notaba que el espacio ampliado era totalmente necesario. Día bastante tranquilo, la gente todavía no se había dado cuenta de la cafetería que había al fondo, las actividades se sucedieron sin percances. Bastante agotador pero bien.
El sábado casi nos volvemos locos. Y no bromeo. Sólo la cantidad de gente que acudió entre el viernes y el sábado ya suponían la cantidad completa de asistentes del año pasado. Filas eternas que daban la vuelta a ExpoCoruña, dos taquillas permanentemente abiertas para dar abasto, cola incluso para entrar y para salir, el descubrimiento de la cafetería a la hora de comer... No estábamos preparados y el resultado fue bastante caótico. No teníamos tiempo para sentarnos, para pensar... Algunas personas no pudimos siquiera comer en todo el día. Quise pasarme un rato por el stand de la AJSV, pero el único momento en que pude acercarme a preguntar cómo iban fue entre carrera y carrera. De todos modos, tuvieron bastante éxito, traducido en varios jugadores nuevos que nos descubrieron allí y en 36 inscritos en el torneo de softcombat del domingo. También se pudo ver el éxito en el hecho de que rompieron la gran mayoría de mis armas, y no es broma, eso quiere decir que hubo muchos novatos probándolas.
Ese día sufrimos un estrés que no nos esperábamos, durante los días siguientes me fui enterando de que todos en algún momento quebramos durante ese día, que a la mayoría se nos habían llegado a escapar unas lágrimas antes de poder continuar con el trabajo, y no es para menos. Veinte personas entre organizadores y voluntarios no éramos suficientes para una jornada con más de 9000 personas. Pero, aún no sé cómo, salimos vivos de allí. Y al llegar al hotel nos dimos cuenta de nuestra propia hazaña. Y todo ese estrés de repente valió la pena. Vaya si valió la pena, fue el orgullo personificado. Y yo me sentí orgullosa por partida doble, por COGA y los voluntarios, por sobrevivir al sábado, y por la AJSV, que, más allá de su labor durante el evento, todavía nos ayudaron aquí y allá, cocinando en la cafetería, colaborando en información, sellando en salida e incluso pegando cables por todo el recinto.
El domingo fue un alivio en comparación, pero apenas nos quedaban fuerzas. Sin embargo, a medida que pasaba el día, nuestro humor iba mejorando, y logramos acabar el evento no sólo en pie, sino además con una sonrisa en la boca. Y nada más cerrar las puertas, de repente, nos sentimos vacíos, conscientes de que se había acabado. Fue una sensación extraña, al menos por mi parte. Sólo quería que acabara para poder ir a comer y descansar, pero en cuanto lo hizo, no podía pensar más que en repetir YA. Y esa sensación se acrecentó al día siguiente, después de terminar de recoger durante toda la mañana, y esta vez para todos. Ciertamente necesitamos descansar un par de días para volver a hacer acopio de fuerzas, estábamos muertos. Pero si en mi mano hubiese estado, yo hubiera vuelto el fin de semana siguiente para repetir.
La famila COGA |
Pero no podía, porque ese fin de semana teníamos la última jornada de liga de la AJSV, que reuniría tres jornadas en una, además de las jornadas de la recuperación, suponiendo 19 partidos en un sólo día. ¿Quién dijo algo de otra maratón?
Además, iba a ser la primera y única jornada en la que yo iba a participar, con Gallaecia, un equipo compuesto en su mayoría por freelances y que iba en último lugar sin haber ganado un solo partido. Y así fue como terminó la liga. Supongo entonces que no me había recuperado del todo, pero tampoco tuve un buen día, así que no pondré excusas. Jugué mal, y me entendí bastante poco con mis compañeros, aunque ciertamente a alguno ni siquiera los conocía. Pero descubrí algunas cosas de mi forma de jugar: mi habilidad con las duales varía demasiado dependiendo de mi estado de ánimo; ser escudera zurda me resulta tremendamente útil contra kettes zurdos, y tengo que empezar a correr habitualmente porque mi culo pesa demasiado. Por ello, me alegro de haber participado, y también de haberlo hecho con quien lo hice. Bueno, por eso y por el aliciente que significa para mí haber ganado el diploma a mejor duales, por muy poco que eso signifique para la inmensa mayoría.
Y sin más, quiero dar la enhorabuena a Valar Morghulis, bicampeones invictos, a Trenckos y Brenckos por la plata y el bronce (acaparadores), a los ganadores de diplomas y, en realidad, a todos los que han participado aunque hayan vuelto a casa con las manos vacías, aunque espero que con las mentes un poco más llenas, como yo.
La familia AJSV |